[1] «Entré en la perfumería haciendo tintinear unos objetos metálicos que colgaban frente a la parte superior de la puerta: eran TUS SUEÑOS. Quizá no lo recuerdas, pero sueñas de manera recurrente con objetos metálicos. Desde tetraedros y cubos hasta barcos: carabelas, en concreto. Brillan mucho. ¿Qué escondes? Se guardan ahí arriba: esto te interesa».

[2] «Me había encogido hasta medir como un gorila adolescente (que a la vez ha sido reducido a escala milimétrica)».

[3] «Ese camarero tenía, por favor, hasta tres dimensiones. Tan sólo le veíamos dos, pero estábamos seguros de que EN TENÍA una de tercera. Qué, mírala. Todos sus 360º estaban trabajados, detallados. Vaya zumbao».

[4] «Con las piernas BRETZEL sobre el escritorio y el resto del cuerpo colgando de cualquier manera oreja en 2D, reflexionaba sobre cómo colocarme de una manera más cómoda. La invitación que había encontrado subiendo un poco la calefacción, AH, MÍRALA, y que me proponía visitar el club exclusivo Pere Nutell (nombrado así en homenaje al Papa Nutell, la gran bola que te trae los regalos en Navidad) la tenía frotando entre el colmillo y la encía. Como palillo no tenía rival. Como invitación:

TAMPOKO».

[5] «Todos los aplausos provenían de un rincón al abrigo de los dardos en el que había un haz de juncos apoyado contra la pared. Un camarero fue pegando los post-its que había recogido de la frente del supervisor en dicha pared, de modo que según desde donde mirases la constelación de post-its veías un mapa de la ciudad que indicaba cuál era el mejor lugar para abandonar ese bar: la puerta».

[6] «CELTIC DE GLASGOW EN LA PUTA CARA. Ya era de noche cuando volví al despacho. Oía el ruido del tráfico y los aullidos de un vecino que se había hecho famoso por grabar un documental en que explicaba que los líquidos son una falta de respeto. «Y no son cuatro, precisamente…»».

Hemos terminado una historia de cincuenta capítulos.

Jaime y las amapolas

Son frases.

Armada y cosida, creemos que puede quedar así:

Incluso así:

El volumen está francamente bajo.

¿Quién lo subirá?