ARRAMBLANDO A VLADÍMIR

Carlo Padial feat. Nuevos Mamuts

Abrigo de malentendidos. 
Uno de los muchos que lo componen, y no sería el más grave, es que ni siquiera abrigan.

Risa calma del tubo de la aspiradora, una vez entro en la habitación del terror: hablemos por fin del TRIVORCIO.

Que el divorcio de mi padre con su segunda mujer ya esté en YouTube es la medalla de bronce que le han colgado en los recientes Juegos Olímpicos del trivorcio. Su palmarés, hasta la fecha, ser su ser la idea fija, donde ya es humano. Desde este éxito, los de Taschen se han interesado en ver a mis padres follando, materia a partir de la cual prepararán un libro tan a todo trapo que, por lo rápido que saldrá eyectado de la imprenta a través de la ventana (que habrán abierto, saben lo que hacen), no tendrán tiempo ni ellos mismos de saber de qué va.

Parte climático: por la mañana se ha ahogado una diminuta burbuja de agua en el oído —¿será el oír?—; y acabo de robar todo el dinero que mis padres tienen escondido en el bote de galletas que guardan en la GALLETETERÍA. Llevadme de vuelta a (zumbido).

El protagonista de los párrafos anteriores, ahora convertido en libélula (siempre hay entomólogos con prismáticos, tomando notas, a la salida de las galleteterías), el cual nos contaba los éxitos deportivos de su padre, acabará por la mitad de este párrafo dentro de un cazamariposas, todavía no, esperad, hay que hacer tiempo hast-ahora, de donde es retirado por las alas y amasado para dar forma a tres hombres que, llamándose uno de ellos Arramblando a Vladímir —y otro, Vladímir—, hablan con su señora, cada uno en un idioma distinto del metal.

Entre los cuatro asumen, mientras esquivan entomólogos —quedan insectos para rato—, que la crisis del matrimonio de los padres responde a que, durante décadas, ambos se han estado llamando, el uno al otro, con el apelativo en principio cariñoso de «LE BAL» PARA «LE BAL» DE ETTORE ESCOLA.

Mientras el cuarteto expone este punto al joven Vito, el joven Vito sale por la boca de todos ellos, contestándoles. Este interlocutor es el oscuro Viandox que ha mostrado suficiente interés en el asunto como para presentarse a la mesa redonda HIPNOTIZADO. «Por si más adelante pierdo la fascinación en el tema, hipnotizadme ahora para que no pueda no ir». Ya asoman los pies del chaval, que avanza tumbado, entre los incisivos de sus contertulios.

La trivla y la mujer defecan la necesidad de que su risa de cuatro niños se desborde y se precipite al unísono en un derrumbe de agua que los barrerá cediendo su puesto, una vez haya pasado la avenida, a otras mujeres y a múltiplos sucesivos de tres Vladímires, en lo que preludia una secuencia infinita de personajes cuya imagen conjunta se dilatará hacia un punto de fuga borroso que acabará cubriéndolo todo de una capa fina y gelatinosa de malentendidos angustiosos y opresivos (el tejido del abrigo de moda).

Sea como fuere, el tío, aun estando diseminado en esta lava, que, ep, vemos que arrastra calle abajo al joven Vito (que alguien lo saque de una vez de la hipnosis), es capaz de elaborar al menos dos pensamientos recurrentes: «Si ahora estoy en Instagram, ¿qué alien se corrió anoche?»; y el último recuerdo que tiene de sus padres, el de verlos subir a un barco que zarpó con velas de mayonesa y que llegó, al otro lado del océano, a motor. (Arrancaron el motor con el muelle detrás, lleno de familiares que se despedían, aún a la vista).