MANDIBULAE: ENCONTRAMOS LAS FUENTES DEL CHAD

Miguel Noguera feat. Nuevos Mamuts

Rampa TRVCADA: puedes subirla, pero no bebértela.

Un tipo con la mandíbula tan contundente que la gente que lo ve por la calle se anima a hostiarla, se rompe la mano y lo denuncia.

MANDIBULAE, así se llama, agrede siendo agredido.

Antes de la invención de las cenas bala (lo de disparar una mesa puesta con comensales), Mandibulae solía deambular sonriendo por la ciudad, rampante, esperando los puños. «Pégale y sabrás lo que es el dolor», se escuchaba por encima de los transeúntes (diálogos emitidos unos metros por encima de los labios, que se movían en silencio). Cada día, varios aspirantes a rey Arturo querían ser los primeros en desencajar el maxilar. Todos llegaron a sustraer una espada de cinco dedos reventados.

You came to me. I punched and I cried.
Mandibulae, out the blue you came to me.

Los damnificados te lo consiguieron que el juicio se celebrara. El acusado debería haber salido indemne con facilidad, ya que nunca empezaba las agresiones (ni siquiera las ejercía); pero había acumulado enemigos: Juez Subió, el juez, subió al estrado con la mano triturada. «Yo también he probado sus mieles». Al ser parte implicada, lo sustituyeron al instante por un certamen primaveral. Otra victoria para Mandibulae.

De repente, a alguien se le ocurrió que la Aspirina de Dios, como empezaron a llamar a Monsieur carne, podía poner la quijada para recibir los golpes de mazo en los juicios. Hoy en día, Mandibulæ es un cubo lleno de pulpos valorados por sí mismos en 2.600 ¥/kg. Su don ahora es productivo.

Pero algo falla. La Aspirina no disfruta como antes, cuando paseaba sin blanca mientras le llovían instrucciones de montaje de arietes mucho menos sofisticadas que las que habrías redactado tú. Si puedes pillar silla en las primeras filas de un juicio, verás a lo que me refiero: sus ojos paren, durante la sesión, al juez inhabilitado.

Lleva una vida taciturna, consumido por Dickens de piel o subí para verla mejor, la nostalgia; y no se intuye remontada.

En un yacimiento arqueológico encontraron una quijada de oro impecable entre polvo, huesos y telas podridas. Durante años se ha podido admirar, expuesta para el pueblo, en una plaza. Pero si abres la vitrina, esa quijada de oro se pela con la uña.

La buena está en una caja de caudales.