LA PROFECÍA DE MOLDE

Atractive Smithers feat. Nuevos Mamuts

Lunita Barcelona Barcelona, la Cabina de Hueso o el Mimo de Liebres, solía mojar caras conocidas entre ellas (se proferían burbujas bajo el café con leche) en un nido de pepas, el bar Cinfa. Era asidua y moja al meta de pica y moja (era moja y s’empipava en cualquier virulé).

Un día estaba duplicando unas neules para evita, plaf, directa por el sarampión de abogado del baño hasta un sótano de cuidados y racimos. Las monjas que pasaban el día tras la barra haciendo réplicas de trabajadores de Catar con closca y miel le habían advertido las torturas que unos huéspedes magros llevaban a cabo en aquella aso de discutir soterrada.

Le habían dicho que allí abajo inyectaban policías a un bebé, pero los únicos llantos que se escuchaban desde el otro lado de la puerta eran «Els pares del Geppetto haurien preferit que fos un titella». Bajar por la escalera daba miedo graznar el borde de una T-10. Se rumoreaba que en aquella fosa, forzado contra la pared, te llegaban a enseñar las cenefas paraíso. Nota para tommy: las solapas amargan.

Cuando la Cabina aterrizó en aquel salón de sueño, entendió que se encontraba en la casa de las riñas: el sótano aulló a la luna, y apareció el Nébulas de Azufre, Para Qué Merlín. En los brazos de Para Qué (tantos como el número del fibló galàctic) se mecían cinco goblins que se podían leer: ponía Black precio. Acunándolos, recitó la ley del sótano a la recién llegada: quedaba prohibido discutir sobre el sótano en el Sónar (no discutir en el Sónar sobre ese sótano, sino discutir sobre un sótano que, allí donde estuviese, pertenecía al evento Sónar).

Con tal de huir, CELONA CELONA emitió la onomatopeya de picar pimientos para la sémola azul del jincho de espadas, y a los goblins se les ablandaron los dientes. Tú me dirás si escapó: tras tres días más de reclusión (cada mañana, un toni sin nueces por debajo de la puerta), el charco de sudor de unas bocinas se elevó para dar forma a un hombre desnudo, pálido y sin genitales, cuya cara eran varias viejas (de cuerpo entero) que se devoraban las gafas.

Barcelona suspiró aliviada; lo conocía de hacía años.

—Tres botijos supuran leña —celebró.
—Enguillada rural.