Mientras esperaba al doctor, me puse a leer una revista científica, la SCIENTIA ET PIULAS, de la que aprendí cómo hacer el vacío.
Al volver a casa, pillé la caja de ATO más bastarda, le xuclé todo el aire con una palleta, me metí dentro —sacudidas laterales— para asustar a mi madre, a lo JACK, y palmé. Me desperté en el PALEOFESTIVAL.
Al salir con la cara del Gato Félix taladrada en mi rostro, me encontré EL SEÑOR PERCAL. No me sobraba el tiempo, así que monté la tienda a toda puta. En el paleofiesta no me vi impelido a pisar ninguna tarta hecha de tubos de escape untados con melaza solo porque mi tienda tuviera forma de coño —«Ya sabes qué te toca»—. Allí SE ACEPTA.
Enamorado, miré hacia el escenario para tirar besos a lo que parecía un chimpa con una flauta. Era el Bonus de U2. Conseguí hablar con él sobre la salud de su madre.
Me dijo que estaba… bien.