El sábado de 2008 fuimos al XVII Campeonato DETENI de tenis. Nos regalaron unos pases en el Stop the Dad’s Opera. Unos pases arrugados. Né, da igual… ¡¡¡HOSTIA!!! Mirad mi DNI.
Me rasco las esquinas de la barba con mi DNI.
O, en serio… Meses antes habíamos intentado conseguir entradas para el campeonato esquilando ovejas —hallazgo sobre el lomo afeitado— en unos campamentos Botafogo. Somos niños. Dormíamos en la Casa Raspall de Dents. Éramos un poco metíamos tierra en la boca de los hey niños. «Tenemos huerto», les gritábamos.
Allí aprendimos nuestra mayor putada: «Sombrero por encima, pero también por debajo». Siempre llevábamos unos estuches. Alpino con 10 o 12 sombreros de coppa en cada uno. Al terminar de esquilar, repartíamos los sombreros a los otros ninis para que se los pusieran en la parte más septentrional del cuerpo, hasta la línea de las cejas. Una vez ya estaban vestidos de francés, nos cosíamos la cara a puñotazos.
Ellos miraban.