¿Cuántos años tienes? «Tres». ¿Quieres venir al concierto de los Estados Unidos? Ahora ya solo son un grupo. Todas esas caras de noria se dedican a tocar la guitarrilla, trescientos millones. Cantan dos, muy bien avenidos, eso sí, pero solo uno piensa en cómo será su mujer, en si será de seda. «¡¡VA, VENGA, TU PUTA MADRE HABRÍA DICHO QUE SÍ!! ¿SUB-subo ya?» es una de las canciones del repertorio, tranquila. ¿Cuántos cumples hoy? «Ocho». Venga, estírate.
EE.UU. Ya nada tiene sentido para ellos. A día de hoy, banderas como la Constitución o el Ten or Twelve Rabbits’ Day tan solo son las tristes papillas que alimentan sus dedos. Las giras que organizan duran unos pocos minutos porque las hacen en el taller de un arquitecto muy rubio que como se entere. Bueno, ¿cómo va? «Falta poco».
¿Te has fijado en aquel señor que nos acaba de escupir? Tenía que darme las entradas. Qué ricas que están estas nueces, Dios, si son papeles. A ver: CONCIERTO, 6 EUROS, PRIMERA FILITA.
¡Por fin podremos ir! Píllate las bicis, niñina, y nos… eh… ¿Cómo? ¿Que tienes veinticuatro? Pero…, p… ¿Que… Querrías salir conmigo?
—No…, pero yo… me he puesto el pin de SKI PIRINEUS.
—Está hecho de nata montada y arándanos, es cierto todo lo que decían —mueve los brazos para que le vean desde una ventana cercana. En la habitación vacía tras la ventana, un conejo mordisquea una hoja de lechuga.